jueves, junio 02, 2005

Los Increíbles

Cuando un canto de pureza envuelve al deporte más hermoso del mundo, se pueden ver partidos como los del miercoles. La lucha contra nuestras propias limitaciones se constituye en la mejor muestra de superación. Ese es el espíritu que volcó Liverpool en Estambul cuando debía hacerlo. Una muestra de grandeza.

Cuando Hernán Crespo puso la final 3 a 0, casi todos daban por definida la Champions. Decimos casi todos, porque Rafa Benítez y sus muchachos nunca bajaron los brazos y hoy por hoy celebran la quinta “orejona” del Liverpool.

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Para muchos, la de Estambul fue la mejor final de la historia de la Copa de Campeones, quizás sólo comparable con la de 1960 en Glasgow, en la que Real Madrid goleó 7 a 3 al Eintracht Frankfurt con exquisitas actuaciones de Di Stéfano y Puskas.

Incluso Diego Maradona, quien estuvo comentando el encuentro para un canal italiano, señaló que ni la mismísima selección brasileña de 1970 (para muchos el mejor equipo de fútbol en la historia) hubiera podido voltearle un 3 a 0 al Milan. Pero Liverpool si pudo...

Apenas al minuto de juego Paolo Maldini inclinaba la balanza para los “rossoneros”. Con la ventaja, Milan jugó a la italiana, aguantando el encuentro y buscando, de vez en cuando, el contragolpe. Así, fiel a su costumbre, “mató” en momentos claves, psicológicos. Primero Maldini, y luego Crespo, en los minutos finales de la primera etapa y por partida doble, sentenciaba en un solo tiempo la final: 3 a 0.

Sin embargo, Liverpool había llegado a esta instancia guerreando y no se darían por vencidos tan fácilmente. Apoyados por su fiel hinchada, salieron a la segunda mitad dispuestos a hacer el milagro. Con Steven Gerrard de líder, en tan sólo 6 minutos lograron empatarle a un equipo especialista en defender. Gerrard, Smicer y Xavi Alonso fueron los encargados de hacer lo increíble, lo insospechado, obligando a jugarse los alargues.

En el tiempo suplementario apareció más gigante que nunca el cuestionado portero polaco Jersey Dudek, quien a pocos minutos del final le atajó dos tiros “a boca de jarro” a Andriy Shevchenko, quien, atónito, no sabía lo que ocurría. De 100 oportunidades así, 99 las hubiera concretado, pero a esas alturas Liverpool ya era el campeón y sus jugadores lo sabían.

En los penales pasó lo mismo: Dudek gigante desvió los penales de Andrea Pirlo y el propio Shevchenko (contradictoriamente dos de los especialistas milanistas) y los “reds” mostraron porque son el cuadro más ganador de Inglaterra.

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Un párrafo aparte merece el brasileño Kaká, quien pese a su “magia” para jugar al fútbol (mostrada sobre todo en la primera etapa de esta final, que pases le dio a Crespo para sus anotaciones) tuvo que morder el polvo de la derrota.

La gloria se fue esta vez para el puerto de Liverpool, para la gente trabajadora, de puerto; para sus hijos predilectos: los Beatles; y para su afición, a la que la tenían esperando por un regreso triunfal tras 20 años de la nada absoluta.

Así son los grandes. Así son los equipos que quedan en la historia. Así se escribe la gloria de este hermoso deporte: con el sacrificio y la clase para obtener los resultados (más) imposibles. Salud Liverpool.

MILAN: Dida; Cafú, Paolo Maldini, Alessandro Nesta, Jaap Stam; Gennaro Gattuso, Kaká, Andrea Pirlo, Clarence Seedorf (m.85, Serginho); Hernán Crespo (m.85, Jon Dahl Tomasson) y Andriy Shevchenko. DT: Carlo Ancelotti

LIVERPOOL: Jerzy Dudek; Jamie Carragher, Steve Finnan (m.45, Dietmar Hamann), Sami Hyypia, Djimi Traore; Xabi Alonso, Steven Gerrard, Harry Kewell (m.23, Vladimir Smicer); Luis García, John Arnme Riise y Milan Baros (m.85, Djibrill Cissé). DT: Rafa Benítez

Estadio: Ataturk de Estambul, Turquía

Espectadores: 69.500 (lleno total)

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